sábado, 30 de junio de 2007

El beso de Klimt

Esta obra artística no merece ser pasada por alto en este blog.
Me gustaría pues reseñar varios aspectos que a mi parecer son los que le dan su originalidad y fuerza conmovedora, pero que a la vez le restan autenticidad.
1. El escorzo que el hombre sin rostro se ve obligado a hacer para satisfacer mínimamente el viril anhelo de su pareja.
¿No es descorazonador? ¿No es un 'desideratum' excesivo tanto retorcerse hacia una pelirroja santurrona y poco colaboradora que no aclara su postura frente a él?
2. La exquisita ornamentación del manto que cubre y oculta sus partes pudendas, tan similar a la de un prelado pontificio.
Ciertamente, esta característica no puede ser tampoco ignorada. Parece claro, además, que su función es la de hacer de barrera y separación entre las dos siluetas humanas.
3. La mayor estatura de la fémina con respecto a su consorte.
Solo hay dos posibles explicaciones a este fenómeno: Una supuesta predilección de la muchacha por los bajitos (ansia de dominación) o que el individuo esté plantado en el suelo, con todas los trastornos logísticos que ello le acarrearía (renuncia expresa a toda forma de libertad individual)
Resumiendo, este cuadro es una loa al puritanismo, a los amores a distancia e imposibles de refrendarse y someterse al duro contraste de la experiencia real. Tan incorruptible e higiénico que ni siquiera parece de este mundo y más ciertamente apela a lo sobrenatural.
Una idealización que no es de extrañar que se haya terminado por convertir en icono del snobismo.

Se puede apreciar que al original le he hecho ciertos añadidos que, espero y deseo, reflejen más prístinamente esos valores que encarna.


1 comentario:

Breuil dijo...

Magnífica reseña y de absoluta actualidad su modificación.

(Si usted me lo permita, estoy revisando sus anteriores post pa echá el ratillo y disfrutar, claro).